Mario F. Fernández Paz, descanse en Paz

Hubo una época que en la tarde despues de la escuela me iba con mi abuelito a su taller en donde entre muchas otras cosas armaba una lámpara de madera de árbol de café. Era un cuarto en el segundo piso de su casa al que se llegaba por la escalera de servicio en donde tenía todo tipo de herramientas y una colección extensa de la revista Popular Mechanics. Cada vez que prendía el torno me daba unos lentes protectores de plástico transparente y el se ponía una máscara que le cubría toda la cara. Salían volando pedazos de madera y el cuarto de llenaba de humo. “Ya viste, así es cómo se va haciendo la curva!”, gritaba sin perder de vista el pedazo de madera en el que estaba trabajando. Le daba vueltas a una palanca de la máquina para irle dando la forma y después de algunos otros ajustes sacaba el pedazo de madera y le soplaba varias veces para analizar como había quedado. Analizaba un lado y soplaba, luego el otro y le volvía a soplar. Yo ya no veía que tuviera ninguna basurita pero mi abuelito de todas maneras soplaba. “Mira tócalo… ya no está caliente…” y le soplaba otra vez. “Apoco no va quedando como nalga de princesa?” me decía.

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